domingo, 18 de marzo de 2018

Vallecas, Madrid.

Ayer tuvimos función en el Centro Cultural Pilar Miró de Madrid, situado en el barrio de Vallecas. No lo conocía, tiene un salón de actos muy majo y muy bien dotado. Es un escenario muy acogedor, me sentí muy cómoda en él.

Rosa, nuestra técnica, durante el montaje

Estuve viendo el folleto con su programación, me sorprendió gratamente. De haberme enterado habría ido a ver alguna cosa de las que han echado recientemente como, por ejemplo, Iphigenia en Vallecas, que me perdí en su momento y quedé con ganas de verlo. El precio de las entradas es muy económico: 6 euros; 5 para mayores y carnet joven. Bueno, bonito y barato: como para estar al tanto de su cartelera.

Llegué a casa muerta del cansancio, me tumbe en el sofá y permanecí largo rato sin moverme. Parecía que me hubiera caído de un piso 20. Repasé el día. Hacer el bolo nos había llevado más de 12 horas seguidas de trabajo. Entramos a las diez en el Centro para montar y salimos de él a las 22:20, solo paramos una hora para manduquear (por cierto, ¡qué bien nos dieron de comer! No reparé en el nombre del restaurante pero no tiene pérdida: es el único que hay por la zona), esto sin contar los trayectos: en el caso de Rosa -técnica-, como vive en Toledo, la supuso una hora más de venida y otra de vuelta. Solo tuvimos veintitantas personas de público... Los pocos que vinieron, eso sí, salieron muy contentos: les gustó mucho; yo también salí contenta, la función había salido especialmente bien. De acuerdo, evidentemente esto no es un buen negocio.... Pero, que ocurran cosas como éstas que acabo de relatar en los tiempos que corren, también tiene su encanto. Con este pensamiento me reconforté y saqué fuerzas para levantarme del sofá, lavarme los dientes y meterme en la piltra.

Mientras escribo esta entrada tengo a un mirlo cantando en la ventana. La próxima actuación la tenemos el 20 de abril en la sala Matadero Lab de Toledo.

Desmontaje

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