El aforo en las dos ocasiones ha estado completo. Es una gozada cuando te encuentras una sala tan bien gestionada, con un público creado y deseoso de disfrutar del acontecimiento teatral. Salió una función muy bonita, el público estuvo muy entregado.
Hubo otro ingrediente que aumentó el encanto de esta función y fue la asistencia de Julio, nuestro vecino en Caballar, pueblo de Segovia en el que reside mi compañero.
Hace dos veranos, durante una de las tardes que solemos pasar en el banco, le leí el texto de Réquiem. Cuando terminé lo noté emocionado, me preguntó si no podría dárselo a leer a su hija. En ese momento me di cuenta de que podría tener -quizá- algún interés para otras personas y decidí intentar montar un espectáculo con ello. Digamos que Julio es un poco el padrino de Réquiem, ha sido una alegría poder tenerlo el otro día en primera fila. Cuando acabó el espectáculo lo invité a subir al escenario donde, tras esta misma explicación, recibió un caluroso aplauso del público. Fue bonito, bonito.
Julio |
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